¿Dime cuántas veces
habrás pensado incoherencias. Sinsentidos? Han resultado quizá pequeños
instantes, a veces largos minutos. Algunos tardamos días en hacer desvanecer
esos raros pensamientos. Esos que a veces nos hacen dudar de lo real, y parece
presentarse como los sueños, porque mirás a los lados, y no parecés reconocer
exactamente lo que te rodea, todo es más extraño que nunca, y dudás de tus
propios movimientos. Temés que sea un sueño, pero temés más aun que se trate de
tu vida, de tu real y palpable vida. Y como los sueños, esos instantes
dubitativos... laxos, distantes, profundos y escandalosos con la conciencia del
hombre, permanecen hasta nuevo sueño y esclarecer la historia. Porque es en los sueños cuando los pensamientos raros, esos anormales enanos invadiendo
neuronas, esos, se convierten en habituales y cotidianas normalidades. Por
ello, enanos aparte, algunas blandas y escurridizas conciencias decidimos
hacer de la experiencia onírica una excusa para el llamamiento a la conversión,
a la traducción, la transmutación.
Señores, Señoras:
Vivamos como en los sueños. Pasen y vean, firmen y compartan.
Allí fue posible que la
Estatua de la Libertad se convirtiera en un payaso inflable gigante. Allí es
posible la teletransportación, incluso la combinación de espacios y tiempos... ¡cuanto tiempo nos recuperaría!
En los sueños
experimentamos las mismas sensaciones que despierto, ¿por qué no vivir despiertos
las sensaciones de los sueños?. Esa intención de exploración, de salida al infinito.
De lograr volar de un salto, de correr como nunca un hombre ha logrado de este
lado de lo onírico. Volar con un soplido. Nadar bajo el agua mientras respiro,
desarrollar branquias, aletas o alas. Convertirme en Halcón, o en Mariposa, en
un Pez, o en Mí Misma. Desesperar de alegría, llorar, o en-nudar la garganta
por que los muertos, están vivos. Conversar con éstos, venidos del Seol, e
incluso con irreverencia mirar extrañado, con total y completo permiso,
perdonado, y compensado aún con la sonrisa de quien explica desde la no
materia, que la materia, está en tus sueños.
Vivamos como en los
sueños, para que las alegrías se repitan, se reproduzcan, que el coito de las
alegrías se engrandezca, que las alegrías hagan el amor a todas horas. Que las
alegrías tengan pequeños alegres felices. Que nuestra biología sea una teoría,
y que el espíritu se baste, se llene y se abastezca, de unos cuantos besos y
abrazos.
Vivamos como en los
sueños, para comprender mejor las pesadillas, poder mirarlas de frente, y
manifestar con elegancia toda clase de repugnancias. Comprendiendo las
pesadillas, es que podemos enterrarlas, y para entenderlas, debemos pasarnos al
lado onírico. Vivamos como en los sueños para que imaginar sea real, y podamos
ser los arquitectos de nuestro propio entorno, escogiendo a cada segundo no
sólo la dirección del camino, sino el camino mismo y su paisaje. Convirtamos la
tristeza de nuestras cotidianidades, en días sin final, en noches eternas, en
días y noches fusionándose, sin discernirse. Convirtamos a los seres depresivos
y alienados, los obreros de Annunakis, hereditarios puros del robotísmo
industrial, germen y génesis de nuestras ignorancias, en esclavos liberados, en
burlones y bailarines en celo, en floreados cuerpos felices, coloridos,
texturados, depositarios de los más maravillosos sentidos. Hagamos de nuestras
inutilidades poderes extraordinarios, simplemente naturales, sobre y con ella.
Transformemos la razón y las matemáticas, y vivamos de las locuras que
ciertamente, aportan los pocos minutos de felicidad que recordarás en tu lecho.
Procuremos por segundos, unos pocos al día, recordar que los sueños SON. Ellos
existen, y más aun que tu propia cama, más aun que quien comparte
espacio, y más aun que tu ventana por la que quieres tirarte tantas veces al día.
Recuerda en la oficina, en la calle, en el baño, en la cocina, comiendo,
fumando o jugando al truco, que los sueños SON. Y si nosotros somos, tu eres,
ellos son, y el compendio de conjugaciones que nos permiten existir a todos,
los sueños son tanto reales como tu nariz. En los sueños, tu realidad se
convierte en ello. Esa es tu verdad, la verdad de los deseos que no ocurren
entre materias. Y entre materia, tocando más que percibiendo, matriculamos los
sueños de imprudentes ocupas del inconsciente, incontrolables pensamientos
retorcidos, anómicos, pero entretenidos.
Vivamos como en los
sueños, despojándonos y haciéndonos libres de los absurdos que rodean a los
cotidianos minutos del ser humano. Obviemos y escupamos las absurdas normas que
provocan mas problemas que soluciones, porque asfixian, ahorcan, ciegan,
alienan, angustian, ridiculizan, e incluso si se reflexiona con cuidado, pone
en tela de juicio la racionalidad del ser humano. Caguémonos en las morales, en
los dogmas, y peguemos más seguidos esos saltos voladores por el medio de la
montaña, para después nadar respirando por un río, y correr como nadie jamás había
podido.
Vivamos como en los
sueños, y no despertemos nunca.